miércoles, 9 de junio de 2010

BOLETIN FAO / ARTICULOS: LAURA CASTELLANOS Y LUIS LINARES ZAPATA

La nueva estrategia de Minera San Xavier contra FAO

Laura Castellanos*
La canadiense New Gold-Minera San Xavier arrancó una nueva estrategia jurídica contra el movimiento ciudadano Frente Amplio Opositor (FAO) de San Luis Potosí para evitar su cierre definitivo.
Recordemos que el pasado 24 de septiembre el pleno del Tribunal Federal de Justicia Fiscal y Administración ordenó la clausura total de la empresa. Pero la minera burló la ley y logró el amparó de políticos locales y federales. Y ahora, en un afán por retardar el proceso en su contra, procede legalmente contra ejidatarios y asesores legales del FAO, acusándolos de falsificación de firmas.
La batalla del FAO contra la empresa se extiende a 13 años por la corrupción gubernamental. Sin embargo, no es un caso aislado. El modus operandi de la Minera San Xavier habla de los alcances de las compañías canadienses, que en Latinoamérica han sido denunciadas por devastar territorios, ejecutar opositores, provocar enfermedades por envenenamiento, y violar derechos humanos y laborales.
En 1996 la minera llegó al empobrecido poblado del Cerro de San Pedro, cuna de la minería de la región desde la llegada de los españoles, y que derivó en la fundación de la ciudad de San Luis Potosí.
La empresa corrompió a lugareños para que pasaran por ejidatarios, y a funcionarios de la Procuraduría Agraria para legitimarlos. Así logró un hecho propio del siglo XIX: que les rentaran el pueblo entero. La empresa arrendó 290.4 hectáreas del ejido con todo y palacio municipal, escuelas, templos, hospital, panteón, e inmuebles particulares. En otras palabras, la minera se adueñó del poblado, ofreció mejoras locales, contrató a pobladores, dividió a la gente. El primero que se opuso fue el presidente municipal Baltasar Loredo. Fue asesinado.
El grupo de ejidatarios genuinos, con asesoría legal del FAO, procedió legalmente contra los ejidatarios espurios. Y ahora la minera demanda a los primeros acusándoles de falsificar sus propias firmas. Ridículo.
El FAO denuncia que la demanda de la empresa en su contra, interpuesta en la Procuraduría General de la República (PGR) con el número de averiguación 55/2010, es integrada con rapidez. En contraste, el FAO tiene once demandas y juicios penales contra la minera, por actos diversos, entre ellos intentos de homicidio, y ninguna ha sido resuelta.
El FAO es la punta de lanza en el movimiento social mexicano contra las mineras canadienses. Recientemente agrupaciones ciudadanas, indígenas y ecológicas de 13 estados, organizados en la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA), se reunieron en el poblado del Cerro de San Pedro, en San Luis Potosí, donde se erige la Minera San Xavier, para elaborar un plan de acción que detenga la actividad depredadora de tales empresas.
La REMA lucha contra la corrupción gubernamental, e impulsa una nueva legislación que frene el enriquecimiento de dichas compañías a costa del envenenamiento humano, etnocidios, desgarre de tejidos comunitarios, migraciones forzadas, incumplir derechos laborales, y violencia. En Chicomuselo, Chiapas, por ejemplo, el líder indígena Mariano Abarca, que encabezó movilizaciones contra la minera canadiense Black Fire, fue asesinado en noviembre pasado.
La REMA denuncia que desde el 2000 la cuarta parte del territorio nacional ya se concesionó a empresas mineras extranjeras y que, hasta febrero de 2010, se les habrían otorgado 24 mil 700 concesiones de explotación. De éstas, 82% serían para compañías canadienses. Y van sobre los recursos de comunidades desprotegidas, por su condición indígena o rural en zonas apartadas.
En el caso de Minera San Xavier, el daño ecológico que provoca la empresa es irreversible: tritura el cerro de San Pedro, emblema del escudo estatal, con toneladas de explosivos. El oro, la plata, y otros metales, se extraen de las rocas a través de un coctel químico gigantesco a base de cianuro de sodio. El procedimiento se hace a cielo abierto. Los vientos llevan el polvillo y gases tóxicos a asentamientos humanos, sembradíos, vida silvestre, ríos. Las montañas de roca tóxica se abandonan a la intemperie.
Si el gobierno no clausura la minera, y permite el golpe jurídico contra el FAO, mandará el mensaje de que dichas compañías son dueñas de nuestro territorio. De ser así, nos enfilaremos a una catástrofe natural y humana, sin precedente.
* Periodista
2010-06-08 02:41:00




27.05.2009
El panismo y la minería colonial
Luis Linares Zapata
No satisfechos con la reproducción de la añeja formación de partido hegemónico que caracterizó al priísmo en los inicios de su época decadente, el panismo se aferra a ese modus operandi y lo trata de usar para prolongarse en el poder federal. Los panistas llegaron en 2000 con la promesa de consolidar la democracia, arraigada pulsión de los mexicanos durante más de un siglo de vigencia. Lejos de ese cometido inocularon, dentro del ya muy deteriorado sistema presidencial, las propias y pequeñas visiones. Sus ambiciones, desmedidas para sus cortos tamaños, van terminando en cerrados feudos de poder con tufos de sacristía.
Los panistas encumbrados tienen, por estos días de crisis profundas y futuros borrosos, un pleito de callejón con la cúpula priísta, a la que han logrado dividir. En el fondo, tan agria disputa es, ciertamente, electorera. El amasiato estructural es fuerte, íntimo, complementario se podría llegar a decir. Juntos han introducido y sostienen el modelo vigente, a pesar de las grietas y quiebres que muestra por todos lados.
Ambas formaciones políticas concuerdan en que la crisis económica, que ha sumido al país en una de sus peores decadencias, viene de fuera. Los priístas dicen que también los panistas han puesto de su parte para hacerla mayor. Ninguna de las dos facciones acepta que las crisis, alimentaria, económica, de seguridad, de salud y desigualdad, han sido, en el fondo y superficie, de manufactura propia. Tales crisis se implantaron, contra viento y marea, por la integración subordinada y dependiente a la globalidad durante el último cuarto de siglo. Y lo han hecho armados de una constancia digna de elogio: buscando siempre sacar algún provecho personal o de grupo.
Pero algo ha ido quedando en la trastienda sin que alcance la superficie de la conciencia colectiva: la feroz entrega de la minería al extranjero, en especial a los canadienses y a dos que tres grandes traficantes de influencias nacionales. La han cedido sin gracia ni talento. La han sustentado con todas las complicidades requeridas para hacer de ese sector un enclave colonial. Colonial en el más arraigado y depredador sentido del término. Los agraciados se llevarán cuanto encuentren y dejarán despojos. Durante los últimos cuatro periodos presidenciales, México ha pasado a ser un territorio de captura, poquiteramente subastado a los gambusinos más voraces. México es hoy en día un país lleno de huecos y tajos a cielo abierto como no se veía hace ya tiempo, un simple proveedor de materia prima.
En verdad, la minería es una actividad básica y redituable, digna, necesaria para el desarrollo cuando se le usa como instrumento inicial de todo un proceso integrador de cadenas productivas. La formación de técnicos especializados, mineros esforzados y valientes es un requisito indispensable para su florecimiento. El cultivo de conocimientos para el estudio de la naturaleza es concomitante con la búsqueda de formaciones geológicas. La minería es una actividad que exige movilizar enormes recursos técnicos, financieros, humanos, organizativos para emprender aventuras de proporciones mayúsculas. Las minas no son para improvisados ni para timoratos, pero tampoco deben ser puestas en manos de empresarios que atropellen derechos y leyes, tal como pasa en este país. Trasnacionales ventajosas, depredadoras, en colusión con jueces venales, abogados chicaneros, gobernadores que no atienden el interés de sus ciudadanos, funcionarios que sólo buscan complacer y sacar tajada, son los ingredientes que han puesto a la minería al servicio de unos cuantos, preferentemente extranjeros.
Los ejemplos de tales bellaquerías sobran, brotan por todo lo ancho y profundo del país. En Cananea, una mina trabajada desde hace ya más de un siglo por esforzados hombres y mujeres, la mayoría sonorenses, una colusión de intereses los quiere someter sin recato ni respeto a sus derechos. Los mineros han sido atacados por un gobierno federal envuelto en los intereses de un empresario que actúa a la usanza de los tristemente célebres robber barons del viejo oeste estadunidense. Pero los trabajadores han resistido y triunfarán porque tienen la historia de su lado, la solidaridad de algunos y han hecho bien su labor política, social y jurídica. También está la lucha emprendida por buena parte de la sociedad potosina que defiende sus derechos a gozar de una rica herencia cultural, hoy amenazada por las explosiones de la mina San Xavier. Quieren impedir que sigan arrasando con todo el cerro que les da identidad y contaminen el entorno y sus aguas. La minera, sucursal canadiense, contra todo mandato legal sigue devorándose el cerro en busca de oro y plata. El panismo más retrógrado las apoya con decidida pasión de talibanes bajo paga. Otros casos pueden encontrarse en Sonora, donde los ejidatarios de Mulatos (Sahuaripa) también pelean, solos, por sus posesiones, su pueblo, el agua que tan escasa es en esa alta región serrana. De nuevo los canadienses (con similares tácticas: prestanombres, abogados serviciales, golpeadores, espías comunitarios, legisladores cómplices, policías a su servicio y demás parafernalia represora) quieren sacar raja hasta de una población abandonada por aquellos que deberían estar a su servicio e intereses y no del lado de los poderosos. Qué decir de los ejidatarios de Huizopa, en Madera, Chihuahua, que se quieren defender de otra minera canadiense (Minefinders). Buscan, con toda justicia y apoyados en la ley, ser partícipes del negocio, no simples y poquiteros arrendadores de sus vastas y ricas tierras en minerales (oro y plata de nuevo) Todos estos mexicanos, marginados y en lugares remotos, no tienen, ni han encontrado a pesar de buscarlo, el respaldo que deberían recibir de la autoridad para su mejoría económica y bienestar. De eso y de ésos no se ocupan los panistas. Ellos atienden el negocio central, el que les acercan los exquisitos, el de las jugosas concesiones, las asesorías de prestigio y el dinero fácil y rápido, aunque sea de poco en mucho. Ésa es su forma íntima de ser y ejercer el poder, sin un dejo de justicia.                                              
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